jueves, 18 de agosto de 2011

El cafeto: un ejemplo de inteligencia vegetal.

El cafeto o árbol del café pertenece al género Coffea de la família de las Rubiaceae. Dentro del género hay un total de diez especies repartidas por el sur de Asia y África subtropical. La más cultivada es la Coffea arabica que se cree originaria de Etiopía, aunque algunos estudiosos discrepan y sitúan su origen en el Yemen. El cafeto es un arbusto pequeño de hoja perenne que llega a alcanzar dimensiones arbóreas en estado silvestre, superando a veces los 15 metros de altura. Prefiere crecer a la sombra de otros árboles.

Mucho se ha escrito sobre esta planta y no voy a repetirlo en este artículo. Quiero no obstante resaltar dos detalles menos conocidos que le han permitido proliferar extraordinariamente de la mano del hombre.

Frutos maduros de Coffea arabica cultivada en el Jardín botánico de la Orotava en la Isla de Tenerife.

Quiero hablaros en primer lugar sobre la verdadera finalidad del alcaloide cafeína. Lógicamente el cafeto no piensa en el hombre al sintetizar este estimulante. En lo que piensa realmente es en defenderse de sus principales depredadores naturales: los insectos fitófagos. Resulta que la cafeína es un potente insecticida que mata a los artrópodos que se atreven a comerse sus hojas, flores y frutos. Siendo sus partes más vulnerables los brotes tiernos y los capullos florales concentra en ellos una mayor cantidad de este potente veneno.

Ramas de Coffea arabica cargadas de frutos maduros. Recomiendo ampliar las fotos para ver mejor los detalles.

También sus semillas recien germinadas sintetizan grandes cantidades de este alcaloide con dos finalidades: la primera para proteger a las pequeñas plantas de los fitófagos y la segunda y mucho más sorprendente para inhibir por un efecto alelopático la germinación de otras semillas de cafeto que puedan hacerle la competencia, de manera que la primera semilla que germina inhibe a las que tiene cerca y así se asegura una mayor probabilidad de supervivencia. De alguna manera las otras semillas detectan la elevada concentración de cafeina de su hermana y se sacrifican para que pueda sobrevivir. Si germinasen todas, la competencia entre ellas sería tan feroz, que al final ninguna conseguiría alcanzar la edad adulta y la especie en su conjunto saldría perdiendo.

Hojas de Coffea stenophylla. Las hojas de todas las especies de cafeto son verde oscuras, brillantes, enteras y ovado-lanceoladas.

Bellísima flor de Coffea stenophylla de un blanco inmaculado que brilla con luz propia. Es muy parecida a las flores de otra rubiácea, la Gardenia thunbergia de Sudáfrica.

Hojas y frutos de Coffea arabica fotografiada a principios de Mayo en el Jardín botánico de Funchal en la Isla de Madeira.
 
El segundo detalle que quiero resaltar también hace referencia a la cafeína, un estimulante que cautivó a los primeros humanos que consumieron sus frutos tostados hace más de mil años en la península arábiga. Este alcaloide sintetizado para defenderse de los insectos comedores de hojas le ha permitido proliferar y colonizar de la mano del hombre todas las regiones tropicales y subtropicales de la Tierra, compitiendo con otras plantas que también sintetizan cafeína como el té, el cacao, la yerba mate, el guaraná, la nuez de cola y el acebo de Yaupón.

Frutos verdes y maduros de Coffea arabica.

Al final uno se pregunta: ¿quién explota a quién?, ¿quién obtiene más beneficios, el cafeto o el hombre? La respuesta es evidente. Sin la ayuda interesada de los humanos el cafeto seguiría recluido en sus reducida región de origen. Sería un arbusto más luchando por sobrevivir con la inteligente estrategia de sintetizar veneno y concentrarlo en todas las partes de su anatomía, desde las raíces hasta las hojas, flores y frutos. Sin quererlo, sin una planificación natural premeditada, precisamente ha sido su veneno, que tanto gusta a los humanos, lo que lo ha convertido en una de las plantas cultivadas más extendida y abundante, calculándose en unos 15.000 millones de ejemplares el número total de cafetos que ocupan más de 100.000 km2 de plantaciones. El explotador aparente es el hombre, pero el que sale ganando es el cafeto. La aromática infusión de la que se consumen cientos de millones de tazas cada día es una recompensa más que suficiente para el hombre. Al cafeto no le importa sacrificar el 99´99% de sus frutos si a cambio se asegura su supervivencia a gran escala.


4 comentarios:

  1. Preciosa planta el café, dicen que gracias a él florecieron las matemáticas en el siglo XVII. Excelente entrada como es habitual.

    saludos

    José Angel

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  2. Estupendo articulo
    Ahora entiendo, porque cuando he intentado germinar semillas de café, sólo germinan unas pocas.
    Hay que darles distancia para que no se anulen.
    Y lo rico que está en una tasita humeante.

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  3. No tenia ni idea absolutamente de nada de lo que me estas transmitiendo. Yo los tuve aqui en casa pero, la verdad es que los deje morir por pura ignorancia. Ahora me doy cuenta. A pleno sol, con ventisqueras inquietantes, sin protección alguna y sobre todo "avasallados" por mi ignorancia.
    Una más a tu favor Juan. Gracias. ( NO tomo café... ¡¡ la que me faltaba pal duro. !! )
    Saludos.

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  4. Excel.lent entrada, com sempre. Gràcies Juan per compartir les teues experiències i els teus coneixements tan valuosos, sobre tot per als que som amants de la natura!

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