sábado, 26 de septiembre de 2015

Barranc de Biniaraix, un jardín de ensueño

Hace unas semanas mi amigo Antoni Font me habló de dos árboles monumentales, un madroño y un mirto centenarios, que se encuentran en la finca de montaña de Can Catí, ubicada en el bellísimo Barranc de Biniaraix en plena Serra de Tramuntana de Mallorca. Debo reconocer que era la primera vez que escuchaba el curioso nombre de esta finca. Desconocía cómo encontrarla entre los laberínticos bancales que retienen la tierra pedregosa de las montañas que flanquean el Torrent de Biniaraix. Sólo sabía que se encuentra a varios cientos de metros del imponente madroño del que ya os hablé hace medio año.---> El patriarca del Barranc de Biniaraix.

Así pues este pasado domingo con mi amigo Llorenç decidimos ir a ver estos dos árboles centenarios. El día había amanecido muy nublado y las previsiones anunciaban lluvias torrenciales en Sóller. Mirando los oscuros nubarrones estuvimos dudando si hacer o no la excursión. Tras residir más de 30 años en el bellísimo Valle de los Naranjos había aprendido que si el Puerto de Sóller está despejado, aunque el valle propiamente dicho esté completamente cubierto de nubes, raramente llueve. Miré hacia el Puerto y lucía un sol radiante. Así pues, por si acaso la sabiduría popular fallaba, cogimos un paraguas plegable, lo metimos en la mochila y emprendimos el ascenso por el barranco siguiendo el curso del torrente.

 Una media hora después llegamos a S'Estret (El Estrecho), situado en la parte alta del Barranc, que es para mí el tramo más bonito. Junto al camino discurre un canal restaurado por donde antiguamente bajaba el agua desde el nacimiento del Torrent de Biniaraix que se ve a la derecha. En la imagen llaman la atención dos higueras silvestres o cabrahigos macho, una al fondo y otra a la derecha, ambas con las raíces ancladas entre las grietas de las rocas del lecho del torrente.

 Visión cercana de la higuera silvestre del fondo de la imagen anterior. Su nombre científico es Ficus carica subsp. rupestris, por crecer como un arbusto rupícola casi siempre sobre rocas, muros y edificios.

 Presenta un crecimiento multicaule con numerosos tallos surgiendo directamente del sistema radicular.

 A punto de acabar el verano el cabrahigo de S'Estret está madurando las llamadas mamonas que son la tercera cosecha de frutos. A la izquierda se puede ver un prohigo de la segunda cosecha ya completamente seco. 

La función fundamental de las mamonas consiste en albergar la tercera generación de la Blastophaga psenes, la avispilla polinizadora de los cabrahigos macho y las higueras hembra cultivadas. Para más información sobre la fascinante vida de las higueras y los cabrahigos, aquí tenéis este enlace.---> Entre mamas y mamonas anda el juego.

Durante el ascenso nos encontramos con un grupo de amigos de Sóller que hacían la misma excursión y aprovechamos para mostrarles el madroño centenario y hacernos unas fotos como recuerdo. En la imagen de izquierda a derecha están Andreu Pons, Llorenç, la famosa cocinera Aina Burgos, muy juguetona ella, escondida tras el tronco del madroño, su hermana Antonia, la esposa de Andreu y un amigo suyo.

 Otra foto con un servidor.

Nos hablaron del Gorg de Can Catí que no conocíamos y nos llevaron a verlo. Se trata de un gran salto de agua de 36 metros que aporta su caudal al Torrent de Biniaraix. En catalán antiguo "gorg" significa garganta (la forma femenina todavía utilizada en la actualidad en el lenguaje vivo es gorga). En la imagen se ve la parte baja del Gorg presidida por un cabrahigo que cuando el torrente lleva muchas agua permanece con las raíces sumergidas a veces durante muchos meses sin que ello le afecte en absoluto.

Visión cercana del cabrahigo.

Este verano ha llovido poco en las montañas de la parte central de la Serra de Tramuntana y para desgracia nuestra el Gorg no llevaba agua. La gran catarata que cae desde 36 metros de altura tiene que ser espectacular. Como viene siendo norma en todo el trayecto del Barranc de Biniaraix dos cabrahigos flanquean el gran salto de agua.

En la parte más baja del salto de agua quedaba un poco de humedad de la última lluvia y se veían musgos y helechos relativamente lozanos.

Uno de los dos cabrahigos de la parte alta del Gorg de Can Catí.

La imagen más completa que pude hacer de la gran garganta que es el Gorg.

 Aina quiso hacerse un selfi con su hermana y con Llorenç en la base del Gorg.

Una chulada de selfi, ¿verdad?

Mientras estábamos en el Gorg les hablamos de los dos árboles monumentales que Antoni Font nos  había recomendado ir a ver y que crecían cerca de la casa de Can Catí. Como no sabíamos dónde estaba la entrada a la finca, Andreu nos orientó y tras recorrer varios bancales de olivos centenarios vimos este almez gigantesco, Celtis australis, que custodia como un fornido centinela la bellísima casa construida con las piedras calizas de la misma montaña.

Su esbelto tronco ya no puede ser más hermoso.

 Como hacen los árboles añosos de gran tamaño sus raíces se extienden como los dedos de una pata de garza para darle estabilidad.

 En la otra cara las raíces se adaptan a un pequeño desnivel.

Antiguamente era costumbre sembrar un almez delante de las casas de las grandes fincas mallorquinas.

La entrada de la casa es bellísima.

Las piedras con la que está construida tienen el mismo color que las rocas de las montañas que la circundan.

Junto a la fachada hay esta pila labrada en una gran piedra donde seguramente daban de beber a los animales.

Esta gran roca plana debió servir como mesa a los antiguos moradores cuando la casa estaba habitada y me imagino que los actuales propietarios todavía la usan alguna vez con esta finalidad.

Sin embargo la pieza más bonita que embellece el patio anterior de Can Catí es esta gran muela de almazara (Mola de Tafona) que según me explicó Llorenç servía para moler las aceitunas y obtener así el preciado aceite.

En la actualidad hace las veces de mesa como la roca plana que está a su lado. Llama la atención el pequeño almez que crece en su interior, nacido de una semilla de su gigantesco padre.

Había visto unos días antes en una web que el mirto centenario se encontraba justo al lado de una alberca, así que bajamos un par de bancales siguiendo un tubo negro que sin duda lleva el agua hacia ella, me imagino que desde un depósito superior que recoge el líquido sobrante del Gorg. Las uniones entre los tramos del tubo no estaban herméticamente selladas y perdían agua, lo que era una bendición para estos helechos diminutos que necesitan tanto la humedad. Pertenecen a la especie Asplenium trichomanes subsp. quadrivalens.

Otro grupo de helechos de la misma especie con dos ejemplares de otro helecho, Ceterach officinarum subsp. officinarum, a la izquierda de la imagen.

En la misma zona húmeda crece esta planta endémica de las Islas Baleares, la Sibthorpia africana. Arriba a la izquierda se ve un Asplenium trichomanes subsp. quadrivalens.

Detalle de las hojitas de la Sibthorpia africana, que vistas de cerca son muy peludas.

El bellísimo paisaje montañoso que rodea Can Catí nos permite hacernos una idea de cómo eran las montañas mallorquinas hace miles de años, un verdadero paraíso terrenal. Entonces, en ausencia de humanos en la isla, el animal más grande era el antílope enano Myotragus balearicus.

Yendo hacia la alberca hay numerosos cojinetes de monja de la especie Teucrium balearicum, un endemismo tirrénico que se protege de la depredación de los rumiantes, del viento y del frío adoptando esta forma redondeada cubierta de espinas. Comparten el mismo hábitat numerosas cebollas albarranas de la especie Urginea maritima, como la que se ve a la izquierda de la imagen.

Detalle del Teucrium balearicum con sus espinas y sus flores diminutas típicas de las plantas labiadas. Para más información, aquí tenéis este enlace. ---> Cojinetes de monja, un placer para los faquires

Cebollas albarranas floridas acompañadas de cojinetes de monja y una planta de la especie Cneorum tricoccon. Al fondo se ve el tubo negro que lleva el agua y unos cuantos olivos, Olea europaea subsp. europaea, injertados sobre pies silvestres de acebuche, Olea europaea subsp. sylvestris.

Las largas inflorescencias blancas de las cebollas albarranas alegran las montañas a finales del verano y principios del otoño.

Y éste es el centenario ejemplar de mirto, Myrtus communis, creciendo justo al lado de la alberca. La preciada agua que contiene sirve para regar las tomateras de un pequeño huerto.

Un servidor junto al mirto.


A Llorenç le llamó la atención su corteza rojiza y el agujero dejado por una antigua rama caída, que probablemente ha sido utilizado durante muchos años como nido de abubillas y otras aves.

Sin temor a exagerar le calculamos una edad cercana a los 200 años, dado el lentísimo crecimiento de este arbusto.

Detalle de la corteza gris-rojiza, típica de todas las mirtáceas.

 El agujero tiene la forma y el tamaño ideales para la anidación de las aves.

Frutos todavía verdes del mirto de Can Catí.

Unos bancales más abajo Llorenç encontró por fin el madroño varias veces centenario que andábamos buscando.

Su forma modelada por el viento se parece a los bellísimos bonsais orientales.

Su amplia base le permite soportar vientos huracanados.

Detalle de la base de la que surgen varios troncos.

La belleza de sus ramificaciones es extraordinaria. Siguen escrupulosamente los cánones matemáticos de la Secuencia de Fibonacci.

Sus escasísimos frutos todavía verdes y algunas ramas secas nos hicieron sospechar que el pobre madroño tiene los días contados pues está gravemente enfermo.

Lo atestiguan los cuerpos fructíferos marronáceos del hongo Inonotus hispidus que salen de su base.

Detalle del hongo.

El Inonotus hispidus crece sobre árboles vivos causándoles la llamada podredumbre blanca de la madera de la base del tronco, interrumpiendo la circulación de la savia entre las raíces y las ramas y matándolos lentamente. Tras varios siglos viviendo feliz en el paraíso del Barranc de Biniaraix el viejo madroño de Can Catí ha llegado al final de su vida.

Bellísima imagen de los bancales de esta finca de ensueño con sus olivos y un anciano ejemplar de romero, Rosmarinus officinalis.

Cuánta belleza, ¿verdad? Es como una foto de postal, un inolvidable recuerdo de Can Catí.

El viejo romero es gigantesco, debe tener más de 50 años. Ni Llorenç ni yo habíamos visto nunca uno tan grande.

Algunas de sus ramas estaban floridas.

Muchos de los olivos con su amplia base de acebuche tienen un tronco descomunal.

¿Cuántos siglos lleva este ejemplar sobre la Tierra? ¿Doscientos, trescientos, cuatrocientos....?

Su amplia base adaptada al desnivel del terreno le mantiene en pie a pesar del fuerte viento del norte que a veces sopla con furia en las montañas de la Serra de Tramuntana.

Las altas montañas calcáreas que flanquean el Barranc de Biniaraix con su típico color grisáceo crean un microclima ideal para que crezca una vegetación mediterránea exuberante.

Otra imagen de este Jardín del Eden.

Las casas que se ven al fondo pertenecen a una finca contigua a Can Catí llamada Can Silles.

En el camino de vuelta nos paramos a descansar bajo la copa de un olivo imponente, cuyas retorcidas raíces sirven como asiento a los senderistas.

Las lluvias torrenciales han ido desenterrando las raíces permitiéndonos admirar el increible sistema radicular de este árbol tan nuestro, tan mediterráneo.

Como si de una maceta natural se tratase esta raíz de olivo rodea y protege amorosa  a esta pequeña lechetrezna de la especie Euphorbia characias.

En la parte baja del camino, cerca del pequeño pueblo de Biniaraix, ya de vuelta del paseo, vimos estas luminosas flores de Cyclamen hederifolium, una planta de jardín que sin que nadie sepa cómo se ha asilvestrado en el Barranc y embellece este jardín natural con su vivo color rosado.

Algunos ejemplares tienen las flores albinas, tanto o más hermosas que las rosadas. Su asilvestramiento no parece que vaya a crear ningún problema ecológico.

Si no conocéis el Barranc de Biniaraix os recomiendo que lo visitéis y lo recorráis en toda su extensión. Es un jardín de ensueño en cualquier estación del año. Os llenará de paz y dejará en vuestras neuronas un recuerdo imborrable.